lunes, 27 de marzo de 2017

Mi mala memoria

Mi memoria está en crisis. Mi disco duro le ha dado prioridad a cosas absolutamente banales, como aprenderme la canción de la mala rodríguez “33”, rimas sin sentido alguno pero que se escuchan bien y lucen bellas al lado de un bate de béisbol, gracias a esto los temas relacionados con la clase no se han guardado correctamente en esta cabecita distraída, mis más sinceras disculpas de ante mano.

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Pero bueno, vamos a ver, juntos de la mano, que permanece hasta el día de hoy en mi mente. Alejandro, Majo y sus gomitas terminaron de exponer el código 5, ahora sé que es una figura y una tabla, sé la diferencia, y sé que ustedes también, esa vaina la repitieron mínimo 6 veces. También sé que debo ponerle “nombre y apellido” a ambas y que las tablas no tienen bordes exteriores (como el pan de sándwich, es más rico sin las orillas).

Vimos muchos vídeos, me gusta ver vídeos. Vimos un experimento que consistía en el sufrimiento, tentar a unos pobres niños con un masmelo, no podían comérselo, aunque lo tuvieran ahí, pobres, pero a cambio recibían otro, dos masmelo por aguantar. Cosa que vi y que no sé si se tuvo en cuenta, es que entre más de dicen a uno que no puede, o que espere, más le dan ganas de hacerlo, así que no es que los niños además de que les encanta el dulce, les dijeron algo que es mortal para los impulsos humanos: “no puedes”.

Qué drama, esa frasecita siempre me raya el oído y me deja pensando, y no sé confundan, no es cuando mi mamá me dice que no puedo salir, sino cuando mis capacidades se ven cuestionadas, ¿cómo que no puedo?, claro que puedo, venga y mira cómo puedo. Entonces hay que plantearse que es lo que no creen que puedo lograr. Me voy a poner en los zapatos de esos pequeños cachorros humanos del vídeo ¿Qué haría la Paula de 7 años?

Pero para eso tengo que contextualizar como era yo hace 12 años. Físicamente, me vestía rarísimo, usaba más colores de los tolerados por el ojo humano, andaba despeinada (bueno, no ha cambiado esa situación), con las uñas cortitas y mal pintadas. Me gustaba correr y rodar en el pasto, en general dar vueltas hasta quedar mareada. Mi conexión con la naturaleza era muy buena, me encantaba recolectar flores para mi mamá y perseguir mariposas.

Mis amigos, en su mayoría hombres, eran igual o más inquietos que yo, y nuestra amistas se caracterizaba por los retos continuos, prefería mantenerme alejada de las pruebas asquerosas que se ponían entre ellos, “a que no te atreves a comerte ese gusano” y “el que dure más tiempo con tierra en la boca” son sólo los más higiénicos ejemplos, yo sólo miraba intentando no vomitar. Pero llego el día en que me retaron a mí, menos mal no tenía nada que ver con poner a prueba mi sentido del gusto y mis papilas gustativas, pero si significaba un reto para mí, que no soporto las alturas desde pequeña. El reto consistía en subir al árbol más alto y viejo del conjunto, la verdad me aterraba, al comienzo me negué, cruce mis brazos como símbolo de rechazo total a la idea, pero no hay peor empuje que “Uy, qué gallina”.

Yo no era una gallina. Si, tenía miedo, pero no era una gallina, así que mis pesitos y manitas diminutas en ese entonces procedieron a abrazar ese árbol y escalarlo como Trazan. No fue tan difícil, sólo no tenía que mirar abajo, llegue a la copa y grite con todas las fuerzas de mis pulmones “¿No que muy gallina?”. La cosa se complicó un poco a la hora de bajar, tenía más miedo y me sentía aún más vulnerable, pero no se lo iba a denostar a los niños que abajo esperaban mi regreso triunfal, claro que no, así que mi sonrisa fingida y yo bajamos lento pero seguro. Nunca había estado tan feliz de tocar el suelo.

También he tenido algunos choques con mi papá frente a los retos, cuando tenia 13 años mi papá me dijo que lo más seguro era que no podría ganar un torneo de tennis teniendo en cuenta lo mala que soy en los deportes y que nunca había cogido una raqueta antes, así que en mi mete dije “¿si? ¿muy mala? “entrene meses, y si, gane el torneo, ¿No que muy mala?

Así que, con el contexto realizado, me pondré en situación, ¿Qué hubiera hecho la Paula de 7 años?. En medio del conflicto sólo podría imaginar a mis amigos y a mi papá diciendo “Seguro no puede resistir a comérselo”. Así que por más de que quisiera, utilizaría mi misma sonrisa falsa para ocultar mi desespero. No pensaría en el segundo masmelo, de hecho, casi no me gustan, pensaría en lo hermoso que sería lograrlo, demostrar que si podía.

Ahora, dejando atrás las divagaciones de mi yo infantil, también recuerdo los videos de mis compañeros de clase, me reí mucho, gracias.

Para el código 6 es a quien van dirigidas mis disculpas, no recuerdo mucho, sólo alcanzo a bocetar mentalmente el tema de las citas, de cómo citar correctamente, pero lo hostigada que estoy de normas APA y mi poca disciplina mostrada la semana anterior no me permite recordad mucho, en serio lo siento, espero mejorar la otra clase, mi bienestar académico lo agradecería. Además que es un código muy importante, tenemos que estar citando constantemente, rayos, me di cuenta un poco tarde, lo bueno es que aún tengo tiempo y en la siguiente sesión van a explicar el tema, tarde pero a tiempo.

Así que de este blog podemos concluir que:

-         - La canción de la mala rodríguez es pésima, pero algo de bueno debe tener porque me la aprendí toda. Escúchenla y juzguen ustedes.
-          - Aprendo más cuando me alientan con comida, como las gomitas de Majo y Alejandro.
-         -  Yo a los 7 años era una caspa y mi pobre mamá no podía quitar las manchas de tierra en mi ropa ni con Vanish ropa color.
-         -  No me hubiera comido el masmelo sólo por orgullo, ni siquiera por comer otro masmelo, tal vez hubiera sido diferente con chocolate, ahí si alcanzo a dudar de mi fuerza de voluntad.
-          - Por favor sigan haciendo vídeos, me rio mucho. Gracias.

-          - Código 6, pondré más de mi en clase, promesa. 

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