Mi memoria está en crisis. Mi
disco duro le ha dado prioridad a cosas absolutamente banales, como aprenderme
la canción de la mala rodríguez “33”, rimas sin sentido alguno pero que se
escuchan bien y lucen bellas al lado de un bate de béisbol, gracias a esto los
temas relacionados con la clase no se han guardado correctamente en esta
cabecita distraída, mis más sinceras disculpas de ante mano.
Pero bueno, vamos a ver, juntos
de la mano, que permanece hasta el día de hoy en mi mente. Alejandro, Majo y
sus gomitas terminaron de exponer el código 5, ahora sé que es una figura y una
tabla, sé la diferencia, y sé que ustedes también, esa vaina la repitieron
mínimo 6 veces. También sé que debo ponerle “nombre y apellido” a ambas y que
las tablas no tienen bordes exteriores (como el pan de sándwich, es más rico
sin las orillas).
Vimos muchos vídeos, me gusta ver
vídeos. Vimos un experimento que consistía en el sufrimiento, tentar a unos
pobres niños con un masmelo, no podían comérselo, aunque lo tuvieran ahí, pobres,
pero a cambio recibían otro, dos masmelo por aguantar. Cosa que vi y que no sé
si se tuvo en cuenta, es que entre más de dicen a uno que no puede, o que
espere, más le dan ganas de hacerlo, así que no es que los niños además de que
les encanta el dulce, les dijeron algo que es mortal para los impulsos humanos:
“no puedes”.
Qué drama, esa frasecita siempre
me raya el oído y me deja pensando, y no sé confundan, no es cuando mi mamá me
dice que no puedo salir, sino cuando mis capacidades se ven cuestionadas, ¿cómo
que no puedo?, claro que puedo, venga y mira cómo puedo. Entonces hay que
plantearse que es lo que no creen que puedo lograr. Me voy a poner en los
zapatos de esos pequeños cachorros humanos del vídeo ¿Qué haría la Paula de 7
años?
Pero para eso tengo que
contextualizar como era yo hace 12 años. Físicamente, me vestía rarísimo, usaba
más colores de los tolerados por el ojo humano, andaba despeinada (bueno, no ha
cambiado esa situación), con las uñas cortitas y mal pintadas. Me gustaba
correr y rodar en el pasto, en general dar vueltas hasta quedar mareada. Mi
conexión con la naturaleza era muy buena, me encantaba recolectar flores para mi
mamá y perseguir mariposas.
Mis amigos, en su mayoría hombres,
eran igual o más inquietos que yo, y nuestra amistas se caracterizaba por los
retos continuos, prefería mantenerme alejada de las pruebas asquerosas que se ponían
entre ellos, “a que no te atreves a comerte ese gusano” y “el que dure más
tiempo con tierra en la boca” son sólo los más higiénicos ejemplos, yo sólo
miraba intentando no vomitar. Pero llego el día en que me retaron a mí, menos
mal no tenía nada que ver con poner a prueba mi sentido del gusto y mis papilas
gustativas, pero si significaba un reto para mí, que no soporto las alturas
desde pequeña. El reto consistía en subir al árbol más alto y viejo del
conjunto, la verdad me aterraba, al comienzo me negué, cruce mis brazos como símbolo
de rechazo total a la idea, pero no hay peor empuje que “Uy, qué gallina”.
Yo no era una gallina. Si, tenía miedo,
pero no era una gallina, así que mis pesitos y manitas diminutas en ese
entonces procedieron a abrazar ese árbol y escalarlo como Trazan. No fue tan difícil,
sólo no tenía que mirar abajo, llegue a la copa y grite con todas las fuerzas
de mis pulmones “¿No que muy gallina?”. La cosa se complicó un poco a la hora
de bajar, tenía más miedo y me sentía aún más vulnerable, pero no se lo iba a denostar
a los niños que abajo esperaban mi regreso triunfal, claro que no, así que mi
sonrisa fingida y yo bajamos lento pero seguro. Nunca había estado tan feliz de
tocar el suelo.
También he tenido algunos choques
con mi papá frente a los retos, cuando tenia 13 años mi papá me dijo que lo más
seguro era que no podría ganar un torneo de tennis teniendo en cuenta lo mala
que soy en los deportes y que nunca había cogido una raqueta antes, así que en
mi mete dije “¿si? ¿muy mala? “entrene meses, y si, gane el torneo, ¿No que muy
mala?
Así que, con el contexto
realizado, me pondré en situación, ¿Qué hubiera hecho la Paula de 7 años?. En
medio del conflicto sólo podría imaginar a mis amigos y a mi papá diciendo “Seguro
no puede resistir a comérselo”. Así que por más de que quisiera, utilizaría mi
misma sonrisa falsa para ocultar mi desespero. No pensaría en el segundo
masmelo, de hecho, casi no me gustan, pensaría en lo hermoso que sería
lograrlo, demostrar que si podía.
Ahora, dejando atrás las
divagaciones de mi yo infantil, también recuerdo los videos de mis compañeros
de clase, me reí mucho, gracias.
Para el código 6 es a quien van
dirigidas mis disculpas, no recuerdo mucho, sólo alcanzo a bocetar mentalmente
el tema de las citas, de cómo citar correctamente, pero lo hostigada que estoy
de normas APA y mi poca disciplina mostrada la semana anterior no me permite
recordad mucho, en serio lo siento, espero mejorar la otra clase, mi bienestar académico
lo agradecería. Además que es un código muy importante, tenemos que estar
citando constantemente, rayos, me di cuenta un poco tarde, lo bueno es que aún
tengo tiempo y en la siguiente sesión van a explicar el tema, tarde pero a
tiempo.
Así que de este blog podemos concluir
que:
- - La canción de la mala rodríguez es pésima, pero
algo de bueno debe tener porque me la aprendí toda. Escúchenla y juzguen
ustedes.
- - Aprendo más cuando me alientan con comida, como
las gomitas de Majo y Alejandro.
- - Yo a los 7 años era una caspa y mi pobre mamá no
podía quitar las manchas de tierra en mi ropa ni con Vanish ropa color.
- - No me hubiera comido el masmelo sólo por
orgullo, ni siquiera por comer otro masmelo, tal vez hubiera sido diferente con
chocolate, ahí si alcanzo a dudar de mi fuerza de voluntad.
- - Por favor sigan haciendo vídeos, me rio mucho.
Gracias.
- - Código 6, pondré más de mi en clase, promesa.
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