domingo, 5 de febrero de 2017

Falsa y cibernética valentía.

En un mundo donde las redes sociales juegan un papel crucial en las relaciones personales, nace una realidad paralela sin normas, insignificantes restricciones y con la posibilidad del anonimato. Las personas adquieren diferentes personalidades a causa de las infinitas posibilidades brindadas por el internet y el nombre con el que fuimos bautizados no nos define más, ahora somos un usuario, una arroba (@).

Podemos ser quien queramos, un gran empresario o una niña inocente de tan sólo 12 años, no nos exigen comprobar que realmente lo seamos, no exigen ningún documento de identificación o una referencia personal, cualquiera con wi-fi, automáticamente puede establecer una conversación con alguien dispuesto a encontrar un nuevo amigo, subir contenido a la red y descargar otro, no hay límites.

Debido a esto, las personas se sienten “libres”, salen a relucir ciertas actitudes que difícilmente podrían llevar a cabo en la vida real, el coqueteo se ha vuelto más sencillo y las emociones se han reducido a emoticones, tres monitos pueden expresar todo el sentir humano, por otra parte, también hacer daño y manifestar odio es más fácil gracias a la simpleza cibernética, la frontera establecida bajo el respeto no tiene importancia alguna, lo moralmente incorrecto no existe.

El anonimato le ofrece al individuo un escudo y una espada con el que puede hacer lo que le plazca, insultar a mi enemigo, ridiculizar a mi oponente o torturar al indefenso parece ser válido en el internet. Plataformas como Ask.fm, bastante popular en cierta época de mi vida, puede llegar a ser realmente peligrosas, “preguntar anónimamente” significa “acá usted puede decir todo lo que seguramente no le diría a esta persona si la tuviera al frente suyo”, y una falsa valentía impulsaba a las personas para descargar odio, insultar y atacar a una persona es cuestión de presionar enter.

En el documental visto en clase evidencie esta “falsa valentía”. Por ejemplo: ¿Recuerdan a Clive Worth?, el minero jubilado de 60 años que se ha acostado con más de 400 mujeres gracias a Facebook, ¿habría el logrado el mismo número sin este atajo virtual? ¿tendría el mismo coraje en vida real? Me permitiré dudarlo, o Cameron Reilly ¿le hubiera dicho de frente a la futura reina “vaca presumida”? No lo creo.

Pero las cosas pueden subirse de todo, ¿Qué tan lejos puede llegar esta osadía ficticia? Todos hemos escuchado los casos de bullying donde las redes sociales jugaron un importante rol, como el de Anna Todd, una joven de 12 años que, sin pensar en las consecuencias, hizo topless por webcam y fue sextorcionada, pues alguien realizo unos screenshot y decidió sacarle provecho a la situación. El acosador termino subiendo las fotos a internet, causándole un insoportable dolor a Anna por las burlas en su escuela y en las redes sociales. A sus 15 años decidió suicidarse y registrar su historia en un video. Posterior a esto, la historia se hizo viral, su escuela le hizo un homenaje y demás cosas que no le devolverán la vida a Anna. Lo que me lleva a preguntarme ¿Eran conscientes estas personas del daño que hacían? ¿Estar tras una pantalla les otorga tanta “seguridad” que son capaces de agraviar a esta chica sin detenerse a pensar en el verdadero efecto de sus ofensas?
En la red somos otra persona, somos más atrevidos, tomamos riesgos, nos tiene sin cuidado lo que pueda ocurrir luego, al fin y al cabo, dando clic en la x de la esquina superior derecha se acaba el rollo, cerrando sesión ya no estoy, eliminando de amigos o dando unfolow desaparece esa persona para mí. Nuestra personalidad de altera, nuestra confianza se incrementa al mismo tiempo que el número de seguidores que tengamos y cuantos “me gusta” obtenga nuestra foto, nos permitimos definirnos por medio de números y las paginas a las que le damos like. En internet no somos nosotros, somos lo que queremos ser y lo que creemos que la gente quiere que seamos, podemos mostrar un instinto animal destructivo o una bondad desbordada, dependiendo del contexto virtual y el usuario con el que se esté en el mismo, porque puedo ser Sergio Martínez en Facebook al mismo tiempo que soy “@tumachocaliente” en latinchat, dos mundos diferentes separados únicamente por ventanas del navegador.

Pero bueno, en verdad estas son tonterías, a nadie afecta que el usuario de latinchat consiga una pareja. Pero cuando este abanico de personalidades perturba significativamente un escenario moral es cuando me causa temor el poder del Internet.


 Hace poco Katelyn Nicole Davis, una niña de apenas 12 años se suicidó en vivo; empezó su trasmisión en vivo, colgó una soga a un árbol, se despidió y luego acabo con su vida, todo en 40 minutos. Lo que más me impacto de todo esto, no fue el suicidio de la pequeña, o las terribles causas por lo que lo hacía, (sin ignorar que es un hecho que de por si es espeluznante), pero lo que me llego a poner la piel de gallina fueron los comentarios de las personas que veían la trasmisión. Mientras Katelyn lamentaba “no ser lo suficientemente bella” o pedía perdón por causar tanto daño a sus familiares, un significativo grupo de personas le escribían,” ¿Por qué no te suicidas ya? No tengo todo el día”, “qué bueno que ya te vas a morir, nos tenías cansados” o “Ya entiendo porque tu padre te violaba”. Esta niña tuvo que leer estos asquerosos comentarios antes de morir, todo gracias a esta falsa valentía, este falso coraje, a lo “irreal” que consideraron estas personas que era Internet, para ellos sus comentarios eran sólo eso, palabras, pero para Katelyn pudo ser un empujón a una muerte que, para mí, pudo ser evitada. Para el mundo esa trasmisión en vivo se acababa con cerrar la pestaña, pero para la familia Davis nunca va a terminar.

Internet es una herramienta enorme y un arma de doble filo, siento peligroso el uso que se le dé a esta y desconfió un cada vez un poco más del discernimiento humano, la delgada línea entre el bien y el mal se desvanece con más rapidez en este mundo digitalizado, la belleza se resume en selfies y la diversión en fotos de comida y bellos paisajes mejorados con filtros. Existe un mundo enorme llamado redes sociales, riesgoso pero entretenido, lo suficientemente tentador como para que la mayoría, si no somos todos, tengamos un perfil en Facebook y otras 4 redes sociales más, un lugar que nos permite comunicar si estamos felices, tristes, en un bar, en tal ciudad y con x personas, donde la inmediatez nos proporciona una dudosa cercanía con nuestros amigos y familiares, facilitando la comunicación.

Personalmente, sin dejar de lado mi realidad virtual, le apuesto a las relaciones reales, sin un “visto” o un “azul”, con besos reales y no emoticones de labios, con recuerdos que superan las fotos, con amigos verdaderos, de los que están ahí sin necesidad de un “en línea”. Le apuesto a las lágrimas reales y no a un estado en Facebook, a luchas reales y no un “me enfurece”.  Porque el momento va a estar ahí, siempre, conmigo, así no publique una historia en Snapchat. 













No hay comentarios:

Publicar un comentario